III Jornadas de Cultura y Literatura Húngaras, en las que aún sin asistir he hecho mi correspondiente aportación, el tema que he propuesto es sobre el enriquecimiento que para los neutrales supuso la llegada de intelectuales huidos de la guerra, bien de forma definitiva ( Orbók y Révész)o solo temporal durante el conflicto (Max Nordau)
La I Guerra
Mundial o la fertilidad literaria de los huidos en los países neutrales
Que la tragedia de la guerra haya
sido en ésta como en tantas otras
contiendas fuente de inspiración de profusa literatura no es decir nada, que
consagre autores que gracias a la desgracia bélica produjeran obras maestras de
la literatura universal tampoco sería añadir mucho. Más sugestivo y difícil de
rastrear es dar con obras de mérito cuyos autores protagonistas de su relato
autobiográfico no son más escritores que de su único libro de vivencias. Son
obras de camuflada existencia con las que topas casualmente, comprobando a
continuación que del descubierto autor no existen ni más obras y ni siquiera
referencias biográficas, solo su única y magistral narración inspirada por la
guerra.
Junto a estas aisladas fertilidades literarias directamente propiciadas
por la guerra en la que su autor toma parte y
que en todo caso son difíciles de catalogar, hay una fertilidad muy
acotada a nuestro ámbito húngaro/español que es la que la guerra genera de
forma indirecta por la migración que el país recibe como potencia neutral, al ser
refugio definitivo o de estancia temporal durante el conflicto, de
intelectuales de países beligerantes que huyen de la guerra. No se trata de que
su producción cultural se refiera como tema a la guerra en la que no toman
parte y de la que han huido, o que hagan un paréntesis en su creatividad, se
trata de que ellos se incorporan de
lleno y con éxito a la vida cultural del país de acogida.
Avanzado el verano de 1914 España
iba a ser el destino definitivo de dos
jóvenes intelectuales húngaros y de sus
mujeres Andor Révész (Galgóc
1890- Madrid 1970) y Lóránd Orbók (Bratislava 1884-
Barcelona 1924) que al decir de Oliver Brachfeld “…lograron
escapar del campo de concentración internándose en España…”.
La nota común a ambos es que contrariamente a
lo que se percibe en la literatura de subsistencia muy propia de la vida de
bohemia del escritor emigrado o refugiado, desbordado por las penurias tanto en
la guerra como en la paz, nuestros hombres tuvieron una vida profesional exitosa
desde pronto, especialmente brillante por su longevidad la de Révesz,
escritor de variado género y periodista de renombre en el ABC hasta su muerte.
Muestra de la importancia de Révész
es el interés que aún despierta, de tal forma que está próxima a publicarse un
libro bilingüe húngaro/español sobre su figura y que se titulará “Andrés Révész. Un puente en una Europa
dividida” de Fernando Díez Pérez e Ignacio Szmolka Vida y del que los
autores nos han facilitado parte, fuente
de la cual podemos beber sin pudor. Al hilo del aspecto que tratamos nos interesa
partir del hecho motivador de acabar nuestros dos húngaros refugiados en España, y lo es por su presencia en París en el fatídico
verano de 1914 junto a varios jóvenes
intelectuales húngaros: ellos dos, y los que peor suerte corrieron Aladár Kuncz
y el citado Andor Németh [nota5]
entre otros, todos ellos amantes de la
cultura francesa pero ciudadanos de un país enemigo desde la declaración de
guerra.
Aunque el detalle de si Révesz marcha a París
de vacaciones o becado de estudios, como al parecer lo fue, puede ser
relevante. Lo significativo ahora para nosotros y como recoge F.Díez escrito
por el propio Révesz, es que de no haber estallado la guerra, lo lógico es
que hubiese sido un catedrático de
instituto o de universidad en Budapest y España se habría privado entonces de
sus traducciones, de sus obras y de su quehacer periodístico.
La afirmación de Brachfeld “…lograron escapar del campo de concentración
internándose en España…” resulta de más tensión dramática, pero
puede que sea tan sólo un recurso literario para el caso de Révesz que debió sufrir simplemente la restricción de
libertad de un confinamiento con obligación de residencia en una población, de
la cual huyó. El magistral “Monasterio negro” [Fekete Kolostor] de Kuncz
relata esa angustiosa primera quincena de agosto en que tras decretarse la
movilización algunos de los residentes de países enemigos pudieron ser
repatriados pero otros no. Révesz recomendó a Kuncz y a Németh a que
solicitaran el permiso de residencia que aquel había conseguido para París, no
lo hicieron fueron evacuados y finalmente internados.
En todo caso, evadidos o huidos
de su confinamiento Révesz y Orbók llegan cada uno por su lado a España. Kuncz
precisa mejor la acción: escapar de
Francia. “Recibí cartas de España, de Andor Révész y Loránd
Orbók. Los dos habían logrado escapar de Francia.”(ob.cit.pág.420)
La cronología de la separación de los
cuatro amigos en agosto de 1914 es difícil de desentrañar. Kuncz y Németh
debieron ser menos audaces y más confiados con las instrucciones de las
autoridades francesas que finalmente les acabaron internando. Y Révesz sin poder precisar las circunstancias, huyó a
España con su mujer. Kuncz y Németh parece que se despiden antes de éste pues
en la narración se alude a que se separa de él los primeros días de la guerra y
que logra huir por sus contactos y la
astucia de su mujer (ob.cit.pág.420-421).
De Orbók relata Kuncz que en la estación de Lyon
(París) se despidió de él y de su novia (ob.cit.pág.32). Kuncz y Németh confiados
se fueron al consulado austro-húngaro y siguieron las instrucciones del cónsul
de estar a lo que dispusieran las autoridades francesas. En Monasterio Negro se da cuenta de las
vicisitudes de la fuga de Orbók y su novia Jeannette, que Kuncz califica de
novelesca (ob.cit.421). Internado en un campo montado en las ruinas de un circo
romano del sur, estuvo meses hasta que su novia logró sacarlo y obtener permiso
para quedar confinados en un balneario bretón, luego la hábil mujer consiguió
otro para trasladarse al sur cerca de la
frontera española, de donde huyeron siendo descubierto él al llegar al puesto
fronterizo e internado en una prisión militar unas semanas hasta que al fin una
persona influyente le facilitó la huida a
España. ¿Quién fue esa persona?, ¿fue Alfonso XIII? al que le dedica su
obra teatral, ésta sí de ambiente bélico, “Rayo
de sol”, en agradecimiento a lo que
por él hizo durante su cautiverio. Desconocemos el alcance exacto de en qué el
Rey ayudó a Orbók. En Palacio existió una oficina de mediación o contacto para
búsqueda de personas prisioneras, desaparecidas o evadidas de ambos bandos, con
un personal de 25 personas dedicadas a gestionar las solicitudes de ayuda sobre
información de los desaparecidos y prisioneros.
En la citada pieza teatral se
ensalza al rey de España como “Padrecito
de los heridos y prisioneros”
Que Orbók no estuvo en el
Monasterio Negro de l’île de Noirmoutier (Vendée) parece claro, aunque hay
quien también lo sitúa allí como en el castillo de Saumur, a 237 km del otro
que en esa época era prisión.
Las habilidades sociales y
recursos de todo tipo de los dos huidos y por supuesto de sus novias debieron ser muchas, no solo por la exitosa
carrera de ambos en España,
sino más aún nos preguntamos cómo dos jóvenes húngaros tienen acceso al rey
Alfonso XIII, ya que Révesz le logra entrevistar,
y Orbók también accede al monarca, solicitando también al rey su mediación para
liberar a Kuncz y que a éste la consta: …”incluso
recurrió al rey para conseguir mi liberación” (ob.cit.pág.422), expresión
que puede significar tanto ser recibido en audiencia real como solicitar por escrito esa
mediación.
De la trayectoria de Révész en España poco
tenemos que decir ante la próxima publicación de la obra anunciada, no así de
Orbók que su figura merece más recuerdo del que ha tenido. Afincado
en Barcelona hasta su pronta muerte el 20 de junio de 1924 siguió su carrera
como autor teatral de éxito, incluso con obras que aunque no traducidas por él,
solo se publicaron y estrenaron en catalán, como “El Germà del mestre”: farsa
en tres actes: Salvador Bonavía, 1920 Escena catalana. Segona época, o
“Stevenson, L´hoste mil-lionari”, noviembre de 1918. O bien en ambas
versiones, la española a cargo de Francisco de Viu, como “Casanova”,La Farsa,Madrid 1930 y en catalán como “El
Cavaller de Seingalt” : comèdia en tres actes, Barcelona : Impr. Ràfols,
[1919?]La Novel·la teatral catalana. Representándose con éxito en inglés en
Nueva York un año antes de la muerte de Orbók. Las tres piezas en catalán
fueron traducidas por Carles Capdevila.
Cuarenta y cinco años después de su muerte el diario La
Vanguardia, del jueves 11 de diciembre de 1969 publicaba en la página 59
una pequeña y curiosa nota en la sección Mesa de Redacción, con el título de ¿Qué sabe usted de Azértis? Refiriéndose
al escritor húngaro Lóránd Orbók .La nota de prensa aludía a un estudio que en
Budapest se hacía del mismo y daba un contacto en Barcelona al que se pueda
facilitar información sobre sus años de articulista con el seudónimo de Azértis.
Pero la fertilidad para la
cultura española en este caso también para la catalana, iba a ser también la de su mujer, nacida en París
el 20 de febrero de 1889 con el apellido Détré, Jeannette o Yanka D´Orbók
falleció en Barcelona el 18 de noviembre de 1975 y ya en 1917 la descubrimos como articulista:
"La mujer y el trabajo" en
La Correspondencia Alicantina de 28 de setiembre de 1917. Es además
corresponsal de Le progres de Lyon cuando en agosto de 1932 realiza una
interviú al presidente de la República Manuel Azaña. Y en 1963 con 74 años aún
publica una obra de género femenino como “Tú
éxito” editorial Bruguera. Temática que era de su interés ya que unos años
antes escribió un artículo con el título de "El heroísmo de la mujer", Ilustración Femenina, n. 319, 1957.
La IGM supuso el refugio e instalación
definitiva en España de Orbók y Révész, pero también propició el refugio
temporal culturalmente productivo de
algún otro intelectual austro-húngaro. En
aquellos su hungaridad es manifiesta, y
en otros resulta atemperada por el uso del
alemán como lengua vehicular, que era según parece el de las clases
intelectuales budapestinas en generaciones anteriores, es el caso de Max Nordau (Budapest 1849- París 1923), quien estuvo refugiado
en España toda la guerra al seguir siendo ciudadano austro-húngaro aunque
residiese en París desde 1880.
Con frecuencia es difícil
categorizar la nacionalidad de los intelectuales centroeuropeos de hace un siglo, aunque hoy
lejos ya de apenarnos de ello habría tal vez que alegrarse de que su
multiplicidad nacional y lingüística haya devenido en un signo adelantado de
una Unión Europea que aún no existía, por lo que verdaderamente se merecían tal
vez el gentilicio a secas de europeos. Nordau con sus 60 registros de entrada
en la Biblioteca Nacional entre 1885 y 2013, y con reediciones o nuevas traducciones
de algunas de sus obras, como "Cuentos
a Maxa" 1914,1961, 2011 y 2013, o "Degeneración", reeditada en 2004 merece recuperarlo de su
hungaridad olvidada, aunque sea solo territorial. Por muy poco tenemos que
revisar nuestra teoría del primer húngaro traducido al español (Jokai 1887), ya
que en los registros de la BN hay dos obras anteriores de Nordau, de 1885 y
1886, pero una es en italiano y la otra en francés. Pero no obstante hay que
colocarlo a la par que a Jokai, pues su primera obra en español curiosamente es
también de 1887:"Las mentiras convencionales de nuestra
civilización". Librería Gutenberg, Madrid. 1887.
Su hungaridad probablemente sea
sólo geográfica, pues además de ser categorizado como médico alemán en el
comentario reciente de la última edición de "Cuentos a Maxa" de El desván de Hanta. Barcelona: "...Max Nordau, el sesudo médico alemán..."
(Enero 2014), lo que parece cierto es que la lengua vehicular de sus libros era
el alemán, que era la lengua culta de Hungría en su juventud, y por propia
herencia, ya que el padre era un rabino prusiano afincado en Pest.
Prueba de lo anterior es que sus
inicios literarios en su época estudiantil en Budapest fueron en un periódico
en lengua alemana de su ciudad natal, el PESTER LLOYD. La Enciclopedia Judía lo reseña
como literato y filósofo austríaco nacido en Budapest, y en el ABC de 18 de
setiembre de 1914 se le cita como "...el
famoso publicista que como se sabe es austro-húngaro, pero de origen judío
español...". Origen cierto o no que no le venía mal difundir ya que a
consecuencia de la guerra y aun viviendo en París desde 1880 sus simpatías las
mantuvo con las potencias centrales por lo que se trasladó a España huyendo de la
guerra y probablemente de algún posible internamiento, como el que tuvieron en
Francia nuestros otros protagonistas.
Su afamada figura en aquellos
momentos en la madurez de su carrera y con muchas publicaciones a sus espaldas,
lo muestra el que su llegada a España fuese noticia en sí misma, ABC de 21 de
setiembre de 1914 y La Vanguardia del mismo día: "Se encuentra en Madrid Max Nordau, el autor de "Las mentiras
convencionales de la civilización". Parece que Max Nordau piensa vivir en
Madrid hasta que termine la guerra". No parece que en esos años tuviese una triste existencia de refugiado,
ya que la prensa da noticia de conferencias dadas por nuestro autor, con éxito
de público: ABC de 8 de noviembre de 1914 en el Ateneo (en francés) y ABC de 3
de enero de 1915 en la Casa del Pueblo (en español). Recogiéndose además
algunos comentarios del autor sobre la Guerra o su asistencia a otros eventos
culturales o meramente sociales.
Su polifacética figura le hace
aún más atractivo al ámbito español, pues propiciado por su estancia en España
escribió "Los grandes del arte
español" Arte y Letras, Barcelona.1921 e "Impresiones españolas", Arte y Letras, Barcelona.192?; esta
última reeditada en 2006. Aunque en realidad, Nordau ya había visitado España
en 1875, pero gracias a su exilio español recorrió Andalucía y el País Vasco,
de donde reunió el material de sus Impresiones
españolas.Y
aunque es otra historia, en el aporte cultural de los huidos de la guerra no se
debe olvidar a su hija Maxa, (1897-1991) pintora que debía estar en sus inicios cuando con 17
años llega a España con sus padres, llegando a ser discípula de José María López Mezquita (1883 -1954) en Granada y colaborando con ilustraciones en revistas y libros desde 1918.
Pero lo que literariamente nos
interesa y no poco por avalar la idea de esa fertilidad literaria en el país de acogida es la publicación en
España nada más llegar de “Cuentos a Maxa” versión castellana de Carmen de
Burgos Seguí;
ilustraciones de R. Lorenzale. Barcelona. Araluce, [1914?], lo sorprendente es
que la versión original en francés Contes pour Maxa no fue la primicia
editorial, sino la española, no publicándose en francés hasta 1929,
y esta vez con las ilustraciones de la propia Maxa a quien su padre había
dedicado originalmente la obra. Además los relatos han tenido mayor difusión en
España que en Francia, aquí encontramos otra edición de 1963, pero en
España además de la original de 1914, como decíamos hay otras en 1961,2011 y 2014 todas en la única
traducción de Carmen de Burgos.
Pasada la guerra y retornados a Francia la
fama de los Nordau no se extinguió porque
la muerte de Max en París en 1923
no pasó desapercibida en los ambientes culturales españoles, aunque
fuese para considerarlo como "celebridad
marchita", La Vanguardia de 30 de enero de ese año, en su
pág. 14 que recoge un largo comentario sobre
el escritor en un artículo firmado por
un tal Andrenio.